Llega el verano, una época llena de tiempo libre, aburrimiento, mayor tiempo de convivencia, nuevas actividades y rutinas, nuevos entornos, pero sobre todo, cambios en las conductas.

Es importante tener en cuenta que, al igual que los adultos, los niños y niñas también necesitan un periodo de adaptación al cambio de horarios y de tareas de los meses de escuela a los de vacaciones. Estos cambios, pueden desembocar en algunos comportamientos que producen malestar en el niño o niña denominados rabietas.

Por tanto, ¿qué podemos hacer para gestionar durante las vacaciones las rabietas de nuestros niños/as de la mejor forma posible?

Para abordar esta pregunta con las mejores garantías, lo primero que sería interesante saber es qué son realmente las rabietas y por qué aparecen en los niños/as.

Las rabietas son un tipo de respuesta conductual que va desde los llantos hasta los gritos, chillidos, patadas, golpes, lanzar objetos, mordiscos o incluso insultos. La frecuencia en la que aparecen es la misma tanto en niños como en niñas, y suelen aparecen con mayor intensidad en los primeros años de edad, especialmente desde los 18 meses hasta los 4 años.

Las rabietas, al igual que la fase del «por qué» se trata de un paso en la evolución natural del niño/a. Durante el primer y segundo año, la maduración de las vías nerviosas se centra más en el cerebro primitivo, llamado «cerebro de reptiliano» que comprende el tronco del encéfalo, donde se regulan las funciones vitales y los reflejos.

A partir del segundo año, comienza a madurar el sistema límbico, que es la parte involucrada del cerebro en el control de las emociones, motivaciones, impulsividad, supervivencia, memoria y aprendizaje. Más adelante, a partir de los 4 años, este desarrollo pasa a un segundo lugar, y toma mayor importancia el desarrollo del cerebro más evolucionado: la corteza cerebral. Es ahí donde se empieza a ver señales de las funciones superiores del ser humano como la inhibición de comportamientos impulsivos, atención, etc.

En ese sentido, podemos ver cómo los primeros años de vida en la persona son tremendamente importantes en el desarrollo del sistema emocional. Es por ello, que los niños se vuelven tremendamente más desinhibidos, pudiendo desencadenarse las rabietas cuando están cansados, hambrientos, molestos, con cambios de rutina o incómodos. Aprender a afrontar estas situaciones es una destreza que se irá desarrollando con la experiencia y el paso del tiempo.

Mientras tanto, las rabietas suelen aparecer cuando los niños/as descubren que no pueden hacer algo solos o que no pueden tener todo lo que desean. En esta situación, ¿qué tipo de estrategias se podrían llevar a cabo para manejar las rabietas?

  • Extinción de la respuesta: consistirá en la omisión de recompensa (atención o algo reforzante) ante una conducta no adecuada. Si aprenden que, realizando este tipo de conductas acaban consiguiendo sus objetivos, habrán aprendido que es una forma útil de mostrar su frustración y pretenderán seguir utilizándola.
  • Mantener la calma: El adulto ha de ser el ejemplo desde los primeros años de edad y, una escalada de rabia tanto por el adulto como por los niños, solo conseguirá incrementar la falta de autocontrol por ambas partes.
  • Reforzar la conducta que queremos ver en los niños/as: Prestar atención a aquellos momentos en los que el niño o la niña sabe autorregularse, entretenerse de manera autónoma o reaccionar de manera adecuada a las normas y límites que establecemos. Es muy importante que nuestros hijos vean que, actuando de forma adecuada, recibirán nuestro cariño, atención y dedicación. Debemos atender a estos escenarios y momentos para enseñarles que, de esta forma, y mostrando la conducta que queremos ver, funcionará todo mucho mejor. Será un momento muy apropiado para desplegar todos nuestros encantos y utilizar alabanzas y buenas palabras, así como premios y atenciones especiales. También será importante, valorar los momentos en los que después de la explosión desproporcionada de rabia y frustración, se consiguen calmar y gestionar. Una vez haya conseguido tranquilizarse, les reforzaremos que hayan sabido volver a la normalidad
  • Ser un referente de conducta: Tal y como se remarcaba antes, los padres y madres han de ser una guía, y la manera de comportase les enseña cómo deben hacerlo. Por tanto, saber comunicarse desde el respeto y el diálogo, les enseñará a gestionar la frustración de cuando las cosas no salen exactamente como se espera.

Estas son algunas de las técnicas que se pueden utilizar y servirán para ayudar a nuestros hijos/as a desarrollar una buena gestión emocional y conductual.

Y, finalmente, indicar que pedir ayuda a un profesional de la Psicología será, en todos los casos, la mejor forma de realizar una buena intervención con los niños y niñas, atendiendo a todos los factores que intervienen y realizando un plan que contemple todas las variables que interceden en la conducta de los hijos.

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